Desde el mismo inicio de la humanidad las diferencias individuales han sido el centro de polémica, disgusto, goce, guerra, amor y cuanta cosa sucede en la vida de comunidad de los seres humanos y esto tienen su razón de ser en una táctica evolutiva. Nosotros los seres humanos somos diferentes los unos de los otros porque facilita la supervivencia ya que el diseño evolutivo comprendió que la especialización de tareas es una manera de optimizar el grupo y darle mas posibilidades de sobrevivir.
Entonces, somos diferentes, es un hecho. Sin embargo, este hecho que es a todas luces evidente, es ignorado consistentemente por la mayoría de nosotros (como sociedad) a la hora de diseñar programas educativos, plantearnos estrategas de comunicación o crear planes para mejorar nuestras vidas individuales. No así lo hacen los expertos de mercadeo quienes saben que la clave de vender productos, los que sean, se basa en el proceso de segmentación que en principio es demográfico y que incluye sexo, edad, estado civil, nivel educativo, nacionalidad, etc,. Desde aquí ya se plantean unas diferencias que son aprovechables para generar comunicación y estrategias de venta pero que, con el desarrollo de la ciencia y las compresiones sobre la manera cómo funcionamos los seres humanos, cada vez se vuelven mas exquisitas. Ahora sabemos además, por ejemplo, que nuestras elecciones en música, farándula, comida y toda clase de likes que otorgamos en redes sociales, generan los famosos algoritmos que señalan con precisión pasmosa las individualidades marcadas por las preferencias en los seres humanos… que nuevamente son aprovechadas para vendernos toda clase de productos.
No voy a hablar de cómo defendernos de estas estrategia de mercados, si este fuese el caso, pero sí quiero contarles algo sobre la base de estas diferencias individuales precisamente en el sentido de que es preciso educar con comprensión en ellas. La educación que tenemos hoy en día se fundamenta en la idea de que todos somos iguales, como que obedecemos a los mismos principios sin considerar toda clase de sutilezas que finalmente son determinantes, como lo saben los de mercadeo. Y no solo eso, si zanjamos los diferentes tiempos que las personas usan para aprender diferentes aspectos de la realidad, no solo cognitivos sino emocionales, nos queda el hecho de que las mismas cosas no nos interesan a todas las personas por igual. Otra aspecto de la realidad que es un hecho evidente y que seguimos tratando como si no existiera.
¿Y cómo es que todo el sector educativo, que es por naturaleza el más interesado en este fenómeno, ignora consistentemente ese hecho?. Debemos reconocer que entonces los buenos maestros siempre son aquellos que logran detectar en el grupo quién aprende qué o con qué estrategias, pero el proceso sigue siendo absolutamente intuitivo.
Hay un dato adicional que es super interesante para completar esta ecuación, y es el aspecto de que el mismo maestro también tiene su preferencia individual que le hará mas afín con determinados aspectos de la enseñanza o educación, como contenidos de la realidad y procesos de información que hace su sistema nervioso.
Empecemos entonces por allí. ¿Reconoce el maestro cuál es su propia manera que tiene de ver y entender el mundo y… además, sabe cuál será entonces en este orden de ideas su manera de trasmitir información y aquellas cosas que por naturaleza son las que mas le interesan?.
La manera cómo vemos el mundo, es decir, nuestros filtros perceptivos de interés o desintegres por algo, determinan lo que está a nuestro alcance comprender. Pero entender cuál es el tipo de filtro que estamos usando, es decir, la naturaleza de nuestros propia individualidad, amplia el panorama de nosotros mismos exponencialmente. Nos da la oportunidad de ver aquello que no vemos, nos da la oportunidad de navegar en lo desconocido.
Que paradoja tan grande, como dijo Aristóteles: “Yo solo sé que nada sé”. Esta es la enseñanza mas grande de todas.
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