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Encuentro con la Sombra (fragmento)


Obra de Claudia Botero

Fragmentos de una entrevista

THE SUN: ¿Es posible quedar atrapado ahí? ¿Es posible quedar condenados a enfrentarnos a la sombra una y otra vez sin llegar a terminar de integrarla?

SANFORD: Creo que no. Para profundizar realmente en la sombra es necesario movilizar lo que Jung denominaba Yo -nuestro centro creativo- y cuando ello ocurre la depresión no puede quedar instalada de manera permanente. Después de eso pueden tener lugar numerosos cambios que asumen aspectos notablemente diferentes según el individuo en cuestión. En tonces comienza a emerger lo que Kunkel denominaba el «centro real» de la personalidad y el ego va estableciendo gradualmente una relación más estrecha con ese centro. Entonces es mucho menos probable que la persona se identifique con el mal porque la integración de la sombra siempre corre pareja a la disolución de la falsa persona. Uno se torna mucho más realista porque ve con más claridad la verdad sobré si mismo y la verdad siempre tiene efectos saludables. No debemos olvidar que la sinceridad constituye la mejor defensa contra el verdadero mal y que dejar de mentirse a uno mismo es el mejor de los amuletos.

THE SUN: ¿Si el ego no es nuestro «verdadero centro» cuál es entonces éste?

SANFORD: Lo que distingue al enfoque junguiano de cualquier otra visión psicológica es la idea de que existen dos centros de la personalidad, el ego -que constituye el centro de la conciencia - y el Yo - el centro de la personalidad global (que incluye la conciencia, el inconsciente y el ego). El Yo es, al mismo tiempo, la Totalidad y el centro mientras que el ego es un pequeño círculo excéntrico contenido dentro de la totalidad. También podríamos decir que el ego es el centro menor de la personalidad y que el Yo, en cambio es su centro mayor.

En los sueños podemos advertir más claramente esta relación. En nuestra vida vigílica el ego es como el Sol que todo lo ilumina pero que también eclipsa las estrellas. No terminamos de darnos cuenta de que nosotros no somos los creadores de los contenidos del ego consciente sino que éstos surgen de otro lugar sin participación consciente de nuestra parte. El ego prefiere creer que es el artífice de todos nuestros pensamientos pero, aunque no nos percatemos de ello, continuamente nos hallamos bajo la influencia del inconsciente. En nuestros sueños todo cambia con la aparición del ego onírico.

Cuando recordamos un sueño automáticamente lo identificamos con el ego onírico, nos referimos a él como «yo» y decimos «tropecé con un oso, luché con él y luego apareció una bailarina», por ejemplo. Pero la diferencia es que el ego onírico sabe cosas que desconoce el ego vigílico. Podemos, por ejemplo, recordar que durante el sueño hemos estado corriendo e ignorar, sin embargo, algo que nuestro ego onírico conoce muy bien: el motivo de nuestra huida.

Y lo que es más importante todavía, el ego onírico nunca es más significativo que cualquier otra de las imágenes que pueblan nuestro sueño. Cuando el sol se pone se manifiesta un dominio invisible en nuestra vida vigílica, aparecen las estrellas y descubrimos que no somos más que una estrella de entre las muchas que brillan en el estrellado firmamento de nuestra alma.

Interesante, inquietante y profundo.

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